Me
estoy viendo escarbar dentro del basurero
del
viejo bar estanco de Los Jopos.
Me
distraigo en la búsqueda de envases de cerillas.
Recorto
los anversos de las cajas
y
guardo los dibujos que me muestran,
con
brillos nacarados, la existencia lejana
de
otras formas de vida más hermosas.
Coleccionaba
aquellas simples imágenes
como
joyas de cambio,
servían
de trueque con los amigos
que
tenían algún objeto de valor
para
cruzar las puertas que llevaban al juego.
Los
hallazgos estaban
siempre
a merced del viento del azar,
como
ahora las gotas que empapan mi tejado.
Esta
lluvia de otoño, que moja los recuerdos,
se
parece al discurso de una melancolía
que
no encuentra sus tejas para ir deslizándose
por
los huecos del tiempo hasta su aljibe.
Es
la carcoma gris de la nostalgia,
herrumbre
que corroe
las
vivencias de aquel niño obligado
a
interpretar de frente lo que le tocó en suerte.
Con
la lluvia se van los abalorios
de
esa realidad que fabricó
las
cuerdas que me atan a mi tierra.
Y
quedan las palabras, como joyas de cambio,
para
obtener las gotas de lluvia que no mojen
el
orgullo de haber vencido a la miseria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario