sábado, 23 de diciembre de 2017

FELICITACIÓN NAVIDEÑA





Sintamos juntos el tacto del afecto en una nueva NAVIDAD, un tiempo de reencuentros, de recuerdos de las huellas de los que se fueron y de sentir la ilusión por los que vendrán. Notemos las manos que se estrechan con la piel de la amistad, la felicidad que moja los ojos del cariño y altera los latidos del corazón. Celebremos la luz de oro que baja de las estrellas dejando peces de terciopelo entre la nieve. Os deseo muy feliz Navidad y que la magia de estos días se proyecte en el nuevo año haciendo posibles todos los sueños.



  

martes, 12 de diciembre de 2017

CANICAS


CANICAS

La bola de cristal
rueda sobre la tierra polvorienta
como un planeta lleno de reflejos
con almas arcoíris.
Su sendero es seguido
por los ojos inquietos
de un nuevo desafío,
el gesto ensimismado
de un niño que acaricia en el bolsillo,
con dedos temblorosos,
el resto de las bolas que le quedan.

Ha apostado su favorita.
Observa a su adversario
con la incógnita de su suerte
limándole la vida.
Confía en que no acierte,
en que un súbito impacto
no haga sonar al vidrio
como una vil campana
que anuncie su derrota.

Durante unos dramáticos segundos,
el niño considera lo que puede ganar,
y con mayor congoja,
lo que puede perder en la contienda.
Si gana, puede que aumente su autoestima
y el reconocimiento de los observadores,
aunque algún compañero
lo mire con envidia.
Tal vez logre ganar convencimiento
acerca de que puede
enfrentarse a los retos de la vida
y salir casi indemne ante cualquier fracaso.
Si pierde, dirá adiós a su bello tesoro:
los vibrantes colores de su bola.
Sea cual sea el resultado,
habrá de resignarse
ante la dictadura del destino.

Hoy, gane o pierda su canica,
no seguirá jugando.
Tampoco guardará
las bolas que le quedan
en el otro bolsillo del abrigo.
El frío de las madrugadas
y el uso continuado,
han roto las costuras.

Pero el niño no sabe que muy pronto, 
se perderán los colores de sus bolas
y el límpido cristal de su inocencia.
Deberá pensar a lo grande,
trabajar sin descanso
y seguir siendo humilde,
en el tránsito hacia la realidad
de un planeta, que aún desconoce,
y cuyas luces le deslumbrarán.


(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)


viernes, 8 de diciembre de 2017

INDIOS Y VAQUEROS


INDIOS Y VAQUEROS


Los campos de mi infancia
eran territorio cheyenne en la llanura
que recorría la rambla Biznaga.
Su relieve de polvo, barbechos y sembrados,
se alejaba sin prisas
hacia la consistencia del paisaje
de una niñez de indios y vaqueros
como los que salían en el cine.
Imitábamos sus batallas.
Fabricábamos rifles de madera,
pistolas con raíces, flechas con sarmientos,
aderezos de plumas y sombreros de paja.
Con pólvora onomatopéyica,
disparábamos balas y cañones.
Unos eran los buenos
y a otros les tocaba el papel de los malos.
Luchábamos en contra del tiempo y de la luz,
sin misericordia para los muertos.
Y así íbamos pintando de colores
la piel de lo vivido.

Nuca supimos
que la vida no era un juego,
como dijo el poeta Gil de Biedma,
ni que la muerte era destino sin retorno
tras la dura derrota.

Hoy, la levedad del relato,
ata mis manos a la tierra
con las cuerdas del signo de la vida.
A lo lejos,
un promontorio de haces de paja y de cañizos,
es el fuerte que me protege
del temblor de la carne
y del fanal que alumbra la nostalgia
por los años ya huidos
tras la carga del Séptimo de Caballería.



(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)


jueves, 7 de diciembre de 2017

PAISAJE AL ALBA


PAISAJE AL ALBA
     

Los colores bermejos
de un pudor levantino
más rojo que la piel de la granada,
decoran el rostro del cielo.
Bajo las faldas de la sierra,
el valle del Guadalentín
duerme sobre un remanso de aire
entre ondulados páramos
con el aroma de la sementera
rizando las gramíneas.
La luz se despereza de su sueño nocturno
para ofrecer el ritmo a los humanos.
Cantan los gallos.
Ladran los perros.
Una culebra traza su rastro cauteloso
muy cerca de la cuna de los grillos.
El silencio comprende su condena
porque bajo las tapias de los montes
comienzan a escucharse
los primeros murmullos de la vida.

Entre los goznes de una puerta,
resuenan las bisagras
con quejidos de óxido ya viejo,
y ronca la madera con sueños de carcoma.
Los ojos de un niño pequeño,
se asoman al primer universo que viven
para quedarse absortos
con un instante
de la belleza pura.
Dentro del niño late
el rumor de la sangre agradecida
que hoy es la tinta del poema
con la que va escribiendo
el elogio a su tierra.
Entre los circuitos del ordenador,
una nueva alba
ya conspira contra la sombra
en las ondas eléctricas
de una nube de arena.


(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)



domingo, 3 de diciembre de 2017

EL VUELO DE LAS MOSCAS


EL VUELO DE LAS MOSCAS


Desde cualquier rincón de aquella casa oscura,
levantaban el vuelo buscando los cristales
de las ventanas. Era un vuelo vacilante,
tímido, en ocasiones, y obsesivo
cuando atisbaban un rayo de luz.
Parecían saber que su vida era corta.
Yo, con la inocencia en los párpados,
no imaginé lo corta que es también nuestra vida
ante la eternidad de los ventanales del tiempo.
Al recordar aquella imagen,
quizá esté conversando con la melancolía,
o me abrace al poema para ser un notario
del tiempo clausurado. Alejo la mirada
hasta un lugar remoto,
viajo hacia los dominios de lo ingrávido
en un instante de recogimiento
durante el cual me invade la memoria
sin darme opción para que asuma
que ha pasado toda una vida.
Me estremezco al ceñir la ropa al cuerpo
porque toda la vida es casi nada.



(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)


sábado, 2 de diciembre de 2017

JUEGOS DE CONSTRUCCIÓN


JUEGOS DE CONSTRUCCIÓN


Construir un carromato para que la fantasía
pudiese pasear por los campos de Lorca,
no fue tarea difícil.
Busqué y corté las cañas necesarias.
Luego les di la forma de dos ejes
y de cuatro barrotes.
Después me hice con varias láminas ovaladas
de chumbera silvestre
en las que recorté una base cuadrada,
cuatro círculos para que simulasen ruedas,
y como laterales: dos rectángulos.
Ensamblé con esmero cada parte
hasta que el carro puso sus huellas en la tierra.
Dentro del carro iba mi ilusión.
Mis manos lo movían con orgullo
sin poseer conciencia de la dificultad
que después supondría construir mi propia vida
con materiales simples.
Hace más de cincuenta años de aquello
y todavía tengo alma de creador.
Quizá hoy siga inventando juegos de construcción
con la materia de los sueños,
aunque ahora sea escepticismo
lo que viaja en mi carro por las sendas del aire.



(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)