martes, 11 de febrero de 2014

SIN ESCAPATORIA (Versión blog, Parte 10)


10

La noche se le ha echado encima. Es una noche negra como la gangrena. Una noche que se ha tragado su tranquilidad como un dinosaurio venido del más allá, desde los últimos recovecos del pasado. Marlén está desencajada, fuera de sí. Su interior es una jaula donde en estos momentos está presa la calma, y su mente es una jungla de nervios alterados por las palabras y los gestos de Jeromo.
Ha salido de la Tasca de Erik buscando aire y se ha alejado caminando por la calle sin mirar hacia atrás. Las amenazas de su antiguo novio le han cambiado el estado de ánimo. Pensar en la posibilidad de traicionar la confianza de Inocencio le hace sentir la más miserable de las criaturas.
Recuerda ahora cómo la miraba el día que lo conoció, el tono acaramelado de sus palabras, el volcán interior que intuyó tras su piel cuando cruzaron sus manos y sus mejillas. Recuerda cómo estuvo buscando durante toda una semana la forma de convencerla para salir a tomar una copa. Y recuerda también los requiebros de las sesiones del curso que compartieron.
—No se lo merece. No. Pero qué otra salida tengo—. Piensa con amargura.
Como si de un clavo hiriente se tratara recuerda el efecto de la letra de Sabina: “amores que matan nunca mueren”. Escuchó aquellas palabras durante uno de los silencios en que Jeromo la dejó pensar en lo que le estaba proponiendo. En algún momento pasaron por su mente los juegos de dolor de la tragedia, fue al notar cómo la sangre se le subía al cuello para compensar el efecto de las palabras de Jeromo. Pero ahora no cree sentir con tanta fuerza para que sea la muerte una opción a considerar para solucionar el conflicto que la propuesta de su antiguo novio le ha provocado.
Marlén su cruza de frente con una pareja de enamorados que distraídos con los arrumacos casi chocan con ella. Los ha esquivado en el último momento y han seguido su camino sin percibir siquiera la muestra de fastidio de la mujer. Por un azar del pensamiento, le vienen a la mente las historias de Romeo y Julieta y de Los amantes de Teruel. Siempre ha sido una romántica. Ha llorado a moco tendido viendo las películas en que los amantes vencen todas las trabas que se oponen a sus deseos y terminan fundiéndose en un beso dulce. Ha imaginado muchas veces que esos besos tienen sabor a melocotón.
Ahora se pregunta si su aventura con Inocencio será otro sueño roto, otro de tantos intentos por conseguir alguien a su lado que la quiera por lo que ella es y no por lo que su figura sugiere. Se cuestiona si será otra oportunidad perdida, otra forma de ir muriendo poco a poco, otra manera de seguir caminando hacia una soledad compartida con el silencio, un sendero hecho con las múltiples desilusiones que tachonan su pasado de losas de mármol donde reposan sus amores frustrados.
Marlén camina por la acera buscando un clavo al que asirse, una salida airosa para la situación en la que acaba de meterse. No ve nada claro. Ha sacado el móvil para llamar a Inocencio y preguntarle cómo ha pasado el día. Lo ha conectado con la idea de escuchar su voz, de intuir su respiración tan sólo. Pero ahora no se atreve a marcar. No quiere que Inocencio le note nada, no desea que intuya lo que le corroe por dentro antes de que ella misma sepa lo que va a hacer. Después de pensarlo, prefiere guardar de nuevo el aparato tras mirar su pantalla durante al menos dos minutos. Ha decidido dejar su duda reposar en el bolso.
Al realizar el gesto de colocar de nuevo el móvil en el bolso, su reloj de pulsera ha quedado ante sus ojos. Marlén mira la hora con detenimiento. Es muy tarde y debe dirigirse directamente hacia el local donde realizará la sesión artística de esta noche. Allí tomará algo de alimento para aguantar hasta altas horas de la madrugada. Quizá durante esas horas pueda aclarar sus ideas y ver de qué forma  ha de enfrentarse a la cara de Inocencio sin que éste le note lo que lleva por dentro.  
Marlén conoce bien a Jeromo. Es un ser rudo y sin sentimientos, de reacciones imprevisibles. El consumo de estupefacientes le ha convertido en una bestia que sólo se mueve por los bajos instintos. Sabe que no se parará ante nada, ni ante nadie, para conseguir su objetivo prioritario: el dinero. Y siente un miedo que le va paralizando poco a poco, un miedo que modifica su habitual forma de caminar, la que realiza contoneándose como una góndola esbelta  junto a las aguas del Manzanares.
Después de haber caminado durante más de media hora, Marlén comienza a calmarse y a considerar las opciones que tiene, o al menos las que ahora ve. Hubiera dado lo que fuera por despertar en este instante y darse cuenta de que tan sólo estaba leyendo una novela, de que se trataba de las páginas de una historia cualquiera entre unos personajes cualesquiera del Madrid del siglo XXI. Pero no, está despierta, va caminando hacia su lugar de trabajo en la noche madrileña, es su historia la que está en juego, es su oportunidad de conseguir la felicidad, que tal vez se encuentra tras la relación con Inocencio, la que puede perderse. Y tiene miedo por lo que pueda suceder, tiene miedo por sufrir las consecuencias del destino si vuelve con Jeromo, si le hace el juego una vez más, si pierde la posibilidad de conducir su vida y se ve envuelta en una vorágine cuyo final desconoce. Está atrapada en la fatalidad que siempre lleva consigo la cruda realidad de la vida.
Jeromo ejerce un extraño poder sobre ella. No entiende qué es lo que tiene para sentirse a veces atada a sus caprichos y a veces excitada tan solo con su presencia. Unas veces le adora, mientras que, en otras ocasiones le odia con todas sus fuerzas por su despotismo, por su falta de tacto, por su falta de consideración, por usarla como a una bolsa de basura. Sin embargo, cuando nota toda su fuerza contra ella como un vendaval de deseo, cree que un hombre así, con esa energía primitiva, la protegerá contra toda adversidad que la vida le presente, le dará el refugio que siempre le ha faltado.
Su historia con él siempre ha sido una relación de amor y de odio. Sabe que nuca le fue fiel, e incluso, ella misma fue varias veces testigo de sus infidelidades. Las peleas posteriores eran una explosión de hormonas hecha insultos, agresividad, llanto y utensilios rotos. Luego él le decía que no quería a ninguna más que a ella, que era su única princesa. Le hacía el amor de forma salvaje. Y ella le perdonaba. La última vez que discutieron fue él quien se alejó. Marlén supo después que estaba distraído con un asunto legal que le tuvo a la sombra varios meses. Durante ese tiempo había conocido a Inocencio. Y fue como si un arroyo de paz y de buen humor hubiese inundado de repente su corazón.  
Ahora son pocas las opciones que tiene. La primera sería decirle a Inocencio lo que le ha encargado Jeromo, plantearle las cosas con todo el dramatismo de que sea capaz, y suplicarle que le ayude a liberarse de su enemigo. Tendría que mentirle para ello. Pero si Inocencio consigue el dinero, y si ella se lo da a Jeromo, tal vez éste pueda dejarla en paz. Marlén piensa además, que si es verdad que Jeromo cuenta con ella para su negocio, tal vez podría, con los años, devolverle el dinero a Inocencio. Y el tiempo pondría cada cosa en su lugar. Pero… ¿y si Jerono no se conforma con los 100.000.- euros? Entonces, ¿qué puede suceder?
La segunda posibilidad es decirle a Inocencio la verdad y entre los dos encontrar la forma de librase de Jeromo. En ese caso tendría que encontrar el momento y las palabras precisas para decírselo. Tampoco tiene una solución clara que proponerle a Inocencio, algo diferente a la opción de darle el dinero a Jeromo. Podría ser que se opusieran radicalmente a los propósitos del hombre de las botas con chapas metálicas y se enfrentaran a él, pero, conociendo el carácter de los dos hombres, uno muy violento y el otro pacífico por naturaleza, es casi imposible que lo puedan conseguir. Y tampoco tiene muy claro cómo pudiera reaccionar Inocencio ante un reto semejante.
Tras andar dubitativamente por varias calles, ahora acelera el paso con una idea fija en la mente. Quiere llegar lo antes posible a su lugar de trabajo. Allí estará Ava, y necesita hablar con alguien. Aunque Jeromo le ha advertido que no hable con nadie de sus planes, tal vez charlando con Ava, la encargada de realizar la actuación que va antes de la suya, pueda encontrar un poco de calma, un poco de la paz que le ha robado el que quiere ser emperador de Chueca.

Conoce a Ava desde hace varios años. En muchas ocasiones ha sido su confidente y le ha contado cosas que a nadie más se habría atrevido a contar. Ava también conoce a Jeromo. Eso puede ser un arma de doble filo. No sabe si arriesgarse o no. Será su propio instinto de supervivencia el que le indique si debe confiar en ella o no, si debe contarle lo que le abrasa el alma, o si debe resignarse a cumplir con los deseos de Jeromo, y dejar que el destino haga el resto.


CONTINUARÁ...

Novela corta
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Mariano Valverde Ruiz (c)

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