sábado, 30 de noviembre de 2013

LA VIEJA CORRUPCIÓN


LA VIEJA CORRUPCIÓN



Iris y Loto habían bajado hasta la orilla del Nilo para lavar la ropa que sus amas les habían encargado. Apenas había amanecido y ya el sol sacaba de las sombras los perfiles de las imágenes de las dos esclavas, que charlaban amenamente mientras batían con fuerza los tejidos de lino contra el agua purificadora del río.

-No se te ocurra contarlo -dijo Iris-. Si llegase a oídos de mi ama no sé que me haría. Tengo que darle de comer a mi niño. Ya sabes que es ciego y no puede valerse por sí mismo, aunque toca la flauta como nadie.
-No tengas miedo -replicó Loto-. Soy una tumba, tan grande como la del anterior faraón. No diré nada de lo que me cuentes.
-De algo relacionado con eso te quería hablar. Verás, el esposo de mi ama suele contarle sus proyectos después de hacerle el amor. Así la tranquiliza, porque la condenada chilla como un chacal cuando la monta. Y la otra noche, cuando yo estaba detrás de la cortina, ya que mi ama me ordena que espere allí, para llevarle después el agua con pétalos de rosa con que se lava el sofoco y la gruta del placer, escuché que mi amo le contaba algo muy repugnante.
-Dime... Dime, no demores tu relato.
-Le decía que había comprado una gran extensión de terreno semidesértico por muy poco a un hombre acuciado por la necesidad y sin recursos. Le dijo que sólo le había costado dos camellos. Luego le dijo que lo había hecho porque su amigo Gimotet, el escriba de la corte, le había dicho que el nuevo faraón ya pensaba en construir su tumba. Que proyectaba hacerse una morada gigantesca.
-Bueno. Y que tiene que ver eso con tu amo.
-Escucha. Le dijo después, entre grandes carcajadas, que él iba a conseguir que el faraón la construyese en sus terrenos. Que se los vendería por diez cargas de oro argumentándole que aquel terreno era de la mejor calidad para los cimientos de su tumba y que tenía las mejores vistas de las estrellas.
-Vaya, vaya...
-Pero no queda ahí la cosa. Le contó que le diría a Gimotet que si convencía al faraón para que él se encargase de las obras le daría una carga de oro. Mi ama resoplaba de satisfacción. Lo que le estaba contando parecía producirle un efecto alucinógeno mayor que el que le había procurado mi amo con su instrumento de carne.
-Sigue, no te detengas. Estoy intrigada.
-Siguió diciéndole que cuando le hubiesen encargado las obras, las dejaría en manos de Seremheb, un amigo que se dedica a la construcción de mastabas, y que lo haría a cambio de que éste le entregase un tercio de los recursos que le otorgase el faraón para la construcción de su tumba.
-Interesante.
-Luego brindó con vino mientras le decía a mi ama que harían la obra mas grande jamás proyectada, y la más beneficiosa, que tendrían una fortuna inmensa para disfrutarla el resto de sus vidas. Y que si le faltaban recursos al faraón, siempre estaba en su mano aumentar los impuestos al pueblo.

Loto se quedó pensativa durante un momento pero Iris no advirtió lo que estaba pasando por la mente de la joven esclava. Luego levantó el traje que estaba lavando, lo sacó del agua muy despacio y le dijo a Iris con un tono de cierta sorna:

-Así que todo depende de Gimotet, el escriba. ¿No es ése el amante de tu ama? Sí...creo que es un hombre corpulento que usa muchos afeites en su cuerpo, viste un traje blanco distinto cada día, habla sin que sepamos muy bien lo que dice y ríe como las hienas del desierto. Sí, va a ser él. Le vi un día bajo una acacia esperando que tu amo saliese de casa. ¡Vaya!... No. No diré nada.

Las dos mujeres cambiaron de tema y siguieron con su tarea dándose prisa, pués se acercaba la hora del almuerzo. Cuando terminaron, se despidieron cordialmente, y cada una regresó a la casa de su ama.
Loto llegó apresuradamente, colocó la ropa en un secadero y se dispuso a salir de nuevo. Se justificó ante su señora diciéndole que tenía que ir a comprar aditamentos para la comida. Y volvió a salir como empujada por los vientos vespertinos que soplan en las riberas del Nilo.
En pocos minutos estuvo ante las puertas de la mansión de Gimotet. Dijo a uno de sus sirvientes que iba a entregar un recado muy importante de una mujer que el escriba conocía, y que sólo podía entregárselo en persona. Cuando estuvo frente a Gimotet le dijo:
-El espíritu de Isis, nuestra diosa, me ha visitado. Me ha confiado un encargo muy importante para ti. Deberás decir al faraón que una esclava tiene el mandato de la diosa para que se construya la morada eterna del faraón en el terreno que un hombre pronto le ofrecerá a través de ti. Que deberás acceder a todo lo que te pida ese hombre, pero que después, a solas con el faraón, has de decirle que la diosa quiere que no se pague nada por ese terreno, y que es su deseo que quien reclame para sí un tercio del valor de su morada, sea obligado a repartir todas sus propiedades entre los esclavos. Los suyos y los amigos de los suyos.
Gimotet la escuchaba perplejo. El temor a la diosa Isis le hacía mantener toda su atención en lo que le estaban trasmitiendo. Loto veía en sus ojos la disposición total del escriba a cumplir todo lo que estaba escuchando. Y para terminar apuntilló sus palabras elevando la voz y pronunciando con mucha claridad.
-Si no lo hicieses, jamás conocerás la vida eterna. Las huestes de Horus vendrán para llevarte al infierno de Ra. Sin  embargo, si cumples el mandato de Isis, tendrás derecho a un lugar de privilegio junto al faraón en su última morada.


30 de noviembre de 2013
Todos los derechos reservados. 
Mariano Valverde Ruiz (c)

   

EL LENGUAJE DEL CUERPO




Cuando necesitamos una luna
que guíe el tono opaco de los dedos
hacia el más dulce aliento de la aurora,
olvidamos los libros y la voz
para ser puro azar genético.

Y es eso lo que siento, no me importa
el simbólico mirlo de la estrofa,
la ironía mordaz, el estribillo
o la dispersa frase rimbombante,
lo que más necesito es pura audacia
en el otro lenguaje de los cuerpos.

Mientras hablo comprendes
lo que no es necesario repetirte,
queda en la superficie de los gestos,
al filo de la voz. Todo acaricia 
como oleaje tierno y nos ofrece
su bungalow de espuma.


(El deseo o la luz. Ed. Universidad de Murcia)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)

jueves, 28 de noviembre de 2013

PLIEGO DE DESCARGO



PLIEGO DE DESCARGO


Yo no quería matarlo. De verdad se lo digo, señor juez. Escúcheme. Desde que ese individuo fue condenado, desde aquel día en que lo sacaron del juzgado con las esposas en las muñecas y lo llevaron a prisión, yo no lo había visto. Y de eso hace ya 18 años. Pero cuando el otro día, a la hora de la comida, lo vi en televisión saliendo de la cárcel, tan tranquilo, tan contento, como si no hubiese sucedido nada de lo que tuviese que avergonzarse, me dije: tengo que hablar con él.

Lo que le voy a contar no es una escusa, se lo digo con franqueza señor juez. Yo tenía que saber qué sintió al hacerlo, tenía que saber por qué le robó la vida a mi niña, a mi inocente pajarillo, por qué la apartó de mí antes de que fuese una mujer.

Desde entonces yo no he vivido. La primera mitad de mi vida fue lucha, esfuerzo y felicidad. Pero desde que me la arrebató como un cuervo negro, mis días y mis noches han sido de ese color. Los he pasado sufriendo sin cesar, preguntándome entre lágrimas cómo sería su mirada y su sonrisa cada cumpleaños en que mi casa ha estado vacía; volviéndome loca por no recordar el tacto de su piel ni la esencia del perfume almendrado de su pelo; imaginándome entre sollozos las notas del colegio que nunca tuvo, o los juegos infantiles con sus amiguitas; tejiendo entre suspiros su primer traje de noche para cuando fuese una mujer. Nunca podré enseñarle los secretos de la vida, ni arroparla cuando regrese de su primera cita. Ni conoceré a mi yerno. Ni besaré a los nietos que nunca jamás tendré. Tantas cosas...

Yo no quería matarlo, pero tenía que hablar con él. Ya se lo he dicho señor juez. Así que me vestí con mis mejores galas, tomé unos recuerdos de la habitación de mi niña, los metí en el bolso y salí a la calle.

Primero fui al cementerio. Le puse unas flores a mi marido y un ramito de margaritas silvestres a la cruz con el nombre de mi muñequita, la que puse junto a la tumba de mi esposo para recordar juntos a los dos soles de mi vida. Recé lo que supe, allí, mirando al cielo, porque ni siquiera tengo unos restos de su cuerpo a los que poder rezar. Ese individuo me los negó al quemar su cadáver no se sabe dónde. ¡Pobre niña! ¡Qué bonita estaría hoy! ¡Cómo brillarían sus ojos después de...!

No quiero ni imaginarme el dolor que sintió, la incomprensión, el asombro...¡Lástima de mi niña!...Y fui a buscarle.

Por un amigo al que había llamado antes de salir de casa, supe que se había instalado en un albergue de Carabanchel y que estaría allí al menos tres días. Durante el camino me encomendé a todos los Santos. Les pedí que me otorgasen claridad de juicio y mucha paciencia para controlar mis reacciones. Tenía que ir. Ya le he dicho, señor juez, tenía que hablar con él. Lo sentenciaron a 30 años y para cuando saliera, si salía, yo ya estaría muerta. Pero esta nueva disposición, que viene de no sé qué parte de Europa, no la comprendo. ¿Por qué le dejan libre? Yo creo en la justicia, pero...

Me dijeron que nunca se arrepintió, que no tenía conciencia de haber hecho nada malo. No lo entiendo. ¿Cómo es posible en un ser humano?...

Cuando llegué al albergue pregunté por él. Dije que era su abogada. Me indicaron que estaba en la última planta del edificio. Subí las escaleras. Llamé a la puerta. Cuando abrió, y lo tuve frente a mí, le miré con la fuerza de dieciocho años de agonía. No sé qué creyó. Se lanzó hacia mí como un poseso. Me sorprendió y me hice hacia un lado. Él resbaló, se dio de costado contra la barandilla, y cayó por el hueco de la escalera...

Se lo juro, señor juez. Ésa es la pura verdad. Yo iba a enseñarle la foto de mi hija, una foto que nos hicimos un día antes de que la secuestrara, iba a enseñársela y a preguntarle por qué...

Ésta es la foto. Mírela señor juez. ¡Qué guapas estamos! Sus ojos dicen: te quiero mamá...Mírela señor juez. Y dígame si ve lo mismo que yo...Sonríe como si supiese que ahora es cuando se ha hecho justicia.




ALEGRÍA


ALEGRÍA



De nuevo nace el día en tu blancura.

Toda la luz del sol conoce el brillo
de las fuentes ignotas
y enarbola su esencia matinal
sobre el relieve curvo de tu cuerpo.
Todos los seres ungen sus materias
con las mejores galas que poseen.
La memoria reconoce el ámbito del fruto
que codician los hombres.

Reclinas la cabeza en mi costado
como una mariposa de aire rubio
que va buscando asilo en sus secretos.
Es la verdad serena de la vida
la que acude purísima a tus ojos.
Sobre ti la luz nunca se dispersa
y la paz es un alma concentrada.

Parpadeo y te miro con deleite,
vuelo en la claridad del universo
y me alojo -sin mácula- en tus labios.

Renace la alegría como destello núbil
desde el fondo abisal de mis neuronas.

(Poema del libro El fuego del instinto, Ed. Vitruvio)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)

martes, 26 de noviembre de 2013

PLENILUNIO



PLENILUNIO

Ten paciencia. Hay tiempo
para que disfrutemos del duende de la luna
y bebamos del agua luminosa
que inunda su materia. No te acerques
tan deprisa, no llegues sorprendida
al encuentro fugaz del amor cómplice.

Nadie lee en las estrellas
el texto escrito tras la última singladura,
pero todos esperan que su cielo
reconozca el camino sensorial
de un cuento inolvidable.

Por eso, descubramos el refugio
que existe al otro lado de las páginas
azules, disfrutemos el tacto y el sabor
de la insólita fruta del encuentro,
dejemos que la luz amiga de los cuerpos
penetre por el labio
en la profunda calle de los bares.

Ven conmigo. Cobíjate en el hall
de la aventura libre que ya nace debajo
de nuestras pieles, mientras lentamente,
se encienden las mejillas
y los ojos y el alma
interpretan la tímida sonrisa
del cercano dosel del plenilunio.



(Poema del libro El deseo o la luz , Universidad de Murcia, Servicio de publicaciones, 2004)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)

EL PASAPORTE (Versión reducida)

EL PASAPORTE


Juan de Mairena había preparado con mucho esmero la última versión del pasaporte.
Estaba satisfecho de su trabajo. Se acercó hasta Don Antonio para enseñarle el resultado final y pedirle opinión antes de ir por enésima vez hasta la frontera. Llegó hasta su lado con un brillo de estrellas en las pupilas y también con la inquietud que en el alumno siempre provoca el respeto hacia el maestro. No se lo pensó dos veces y le dijo:
-Esta vez no habrá problemas. Cada uno de los elementos está en su sitio. El papel es idéntico al del estado. Las fotografías tienen el color sepia de la memoria. He reproducido los sellos con precisión milimétrica. La tinta no desmerece en nada a la utilizada en la función pública. Vamos, que ni el más avispado guardia de fronteras podrá notar la diferencia entre éste y los expedidos por el régimen.
-No sé que te diga. No lo tengo claro. Sé que has utilizado todas tus habilidades en la confección de esa obra. Y que, seguramente, has hecho una obra de arte.
-No le quepa duda.
-Pero, "el momento creador en arte, que es el de las grandes ficciones, es también el momento de nuestra verdad, el momento de modestia y cinismo en que nos atrevemos a ser sinceros con nosotros mismos". ¿Crees que estás en lo cierto?
-Certezas hay pocas, maestro. Lo nuestro es dudar. Así llevamos muchos años. Y mientras tanto...
-Yo no digo que no tengas razón, que la tendrás, pero convendría plantearse otra vez si estamos dispuestos de verdad a cruzar la frontera. Hay que echar mano del pensamiento de Sócrates, de su ironía, para comprender el volumen de nuestra ignorancia. Y tener en cuenta lo que nos hubiese dicho Kant, que de la existencia de este pasaporte no se puede deducir la esencia, es decir, que sirva para pasar la frontera.
-Maestro, la responsabilidad es nuestra. No estamos en nuestra patria.
-La patria. Ya salió el tema. La gran metafísica de nuestras raíces. La que no admite más duda que aquella que plantea nuestra forma de sentir y de entender la complicidad con el entorno.
-¿No es lícito que volvamos a nuestra patria? ¿No sería un hecho consumado, fuera del tiempo mismo, que nos quedemos donde estamos?
-Con preguntas me respondes. Sin embargo, las respuestas a esas obviedades serían diferentes si las dieras tú o si las diera yo. Y no estamos ahora para retóricas.
-Maestro. Me he esforzado mucho porque creía que usted lo tenía claro. Durante décadas he intentado someter al criterio del agente de aduanas de turno los pasaportes que iba preparando con ilusión y melancolía. Me los han rechazado todos. Pero ahora creo estar seguro de que con éste no pondrán ninguna objeción.
Don Antonio Machado miró con benevolencia la figura fantasmal de Juan de Mairena. Casi se reconocía en ella. Inclinó la cabeza y se apoyó en el bastón. Por su mente pasaba la certeza de la pérdida definitiva de su patria. Se la habían llevado en un papel que dejó escrito antes de morir. Ahora recordaba el color y la luz de su única patria: "estos días azules y este sol de la infancia".


Relatos
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Mariano Valverde Ruiz (c)





lunes, 25 de noviembre de 2013

EL ÚLTIMO REDUCTO (Versión reducida)




EL ÚLTIMO REDUCTO


Anacleto había tenido un día muy complicado y sólo quería un poco de paz. Su jornada laboral con la empresa de agua clónica había terminado por exasperar su estado de ánimo. No había alcanzado el nivel básico de producción y le habían advertido que a la próxima le rebajarían el sueldo. Esperaba calmarse en su labor nocturna.

Aquella noche, cuando entró en la imprenta de Salazar, no pudo contener su ira al ver que los de la secreta habían puesto todo patas arriba. El pobre impresor estaba atado a una linotipia con los pantalones bajados y el culo manchado de tinta roja.

-¿Qué ha pasado? -preguntó muy alterado mientras corría a liberar al diminuto impresor.
-Buscaban el manuscrito del Quijote, Pero no les he dicho nada.
-¿Te han torturado?
-Es lo que hacen con todos. Me han hecho tragar la moral de Nietzsche y los Diálodos de Platón. Me han acusado de snovismo. Han querido tatuarme una cruz gamada en el pene, pero no han podido porque no había piel suficiente. Y hasta me han amenazado con hacerme ver todos los desmanes que causó el hombre en el siglo XXI. Pero he permanecido firme como la estatua de la Gran Confederación de Multinacionales.
-¿No les habrás hablado de mí?
-Les he dicho que trabajo solo. Además como tú sólo vienes por las noches, no te tienen controlado.
-Mejor. He de pensar una forma nueva de esconder el manuscrito del Quijote. Cervantes no nos perdonaría que el único ejemplar que queda fuese incautado por esos patanes y después destruido en sus calderas de neutrinos.
Salazar se incorporó con esfuerzo. Una vez liberado de sus ataduras, recobró la verticalidad, se subió los pantalones y con voz serena le dijo a Anacleto:
-Hemos de aprenderlo de memoria. Lo trasmitiremos oralmente a nuestros hijos y a los amigos que no sean afines al régimen globalizado. Y que éstos a su vez lo hagan a sus descendientes.
-Sí. Ésa es la solución. Nadie sabe ya ni siquiera lo que aprendió de pequeño. Todos tienen las fuerzas justas para poder trabajar, aprender el protocolo de sus puestos e irse después a dormir después de pasar por la ordeñadora, esa máquina aséptica que nos saca el semen todos los días para someterlo al proceso de selección anticultura. 

De repente se escuchó un golpe seco en la puerta. Después, una voz metálica y fría, se expandió como una ola de amianto por las paredes de la imprenta. Anacleto y Salazar se desvanecieron lentamente, y quedaron tendidos en el suelo.

-Los sospechosos han sido neutralizados. El acusado y su cómplice están a disposición de la corte suprema de la Gran Confederación de Multinacionales.



Ésta es una versión reducida del relato. Hay una versión completa para el libro Las sombras del paraíso.
Todos los derechos reservados.
RELATOS BREVES
Mariano Valverde Ruiz (c)


  

REFLEJOS EN LAS OLAS

REFLEJOS EN LAS OLAS


El libro EL FUEGO DEL INSTINTO se editó en Madrid en el año 2006. La editorial VITRUVIO lo dio a conecer con el número 116 de su colección Baños del Carmen.

Desde el principio tuvo una buena acogida entre los lectores de poesía, la crítica y la prensa. Hoy es uno de los libros de referencia en poesía erótica.

Este es el primer poema del libro.


REFLEJOS EN LAS OLAS


Desde la orilla de este mar idílico
reconforto mis horas con palabras.
Escribo sobre olas el poema
que tu cuerpo desliza en la memoria
con formas imprecisas.
Lo envuelvo en sal y en agua melancólica
con el papel de un mar algo distinto
al que se oculta bajo el horizonte.
Es tan solo el refugio de una idea
en la que permanecen los enigmas
generados por tu bella figura
y acaso las esencias del paisaje
donde vivimos nuestro fuego íntimo.
Luego me baño en sus aguas nobles
junto a la irradiación de los arcanos
que definen las pautas de existir
en la piadosa paz de las voces marítimas.

Soy labio evadido del cuerpo del deseo,
una mano infinita que se eleva
y se coge a tu brazo para siempre.
Me transformo en espuma imaginaria
para cubrir tus piernas cuando pases
y empapar de furor el rompeolas
donde guardas el líquido del sueño.

Hay reflejos que son luces perpetuas.


(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
Todos los derechos reservados.
Mariano Valverde Ruiz (c)





domingo, 24 de noviembre de 2013

PUB DE LA IMAGEN

PUB DE LA IMAGEN, es el inicio de EL DESEO O LA LUZ

El poemario EL DESEO O LA LUZ obtuvo el accésit al premio internacional de poesía Universidad de Murcia-Dionisia García el año 2004.

De este libro es el primer poema que pongo en el blog. También es el primer poema del libro. Tengo la intención de ir publicando varios de los poemas de este libro para aquellos amantes de la poesía que dejan volar su imaginación mientras escuchan en su mente el eco de los versos.



PUB DE LA IMAGEN

Comienzo a respirar profundamente
el mar alzado dentro de tu cuerpo.
Ardo cuando insinúas sin reserva
las formas de unos senos voluptuosos
sobre el júbilo azul de tu cintura.
Empiezo a ser efluvio de esperanza
bajo el talle ceñido a tus caprichos
de una noche agostada en el pub de la imagen.

En ese instante único
el licor blanco funde los refrescos
y muestra anillos rojos 
con ilusiones de ondas acuarela.
Después, sigue la noche combinando
la pasión y el color de nuestras copas.
Tu sonrisa alborota mis arterias
con la magia del fuego repentino.

Ya presiento la química del beso.

Junto al grácil impulso que despiertan
nuestros cuerpos, el tiempo se dilata
y envuelve las neuronas de jazmines.
La música dispone la plenitud del jazz:
un leal y melódico entorno
siempre adecuado para comprender
la urgencia del deseo inconfesable.


(El deseo o la luz. Ed. Universidad de Murcia)
Todos los derechos reservados.
Mariano Valverde Ruiz (c)



EL DÍA QUE MATARON A KENNEDY

EL DÍA QUE MATARON A KENNEDY


El día que mataron a Kennedy yo tenía cinco años. En mi casa no había televisión, ni radio. El periódico ni siquiera sabía que existiera. Ese día transcurrió como otros de la infancia, igual que un insecto que vive sin ser consciente de que está viviendo, sin conocer la importancia de lo que sucede lejos de él, sin saber que existe otro mundo más allá de donde alcanzan sus ojos y sin pensar en la muerte.

La muerte no es tema para jóvenes, ya nos lo dijo Machado. En su cercanía y en su oscuro abismo sólo piensan los que por edad se ven cerca de ella. La muerte vino aquel 22 de noviembre de 1963 a visitar el cuerpo de un, aún joven, Kennedy. Le atrapó en sus fauces como una gran perra hambrienta. Fueron las mandíbulas hirientes de todos sus enemigos las que se transformaron en el frío plomo que mordió en la esperanza de sus seguidores.

Aquel día, seguramente, yo estaría jugando con algún trozo de madera, con alguna piedra o con algún recorte de tela al que pudiese transformar en un ser con vida que me hiciese compañía, que hablase conmigo, que comprendiera mi inocencia. La misma inocencia con la que hoy me pregunto por las razones que tienen los hombres para matar, para quitar la vida a otros seres que esperan ver amanecer otro día, para poder preguntarse cuándo llegará la hora de sus alabanzas.

RELATOS BREVES
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Mariano Valverde Ruiz (c)



sábado, 23 de noviembre de 2013

SEGUNDA ETAPA

SEGUNDA ETAPA




Doy comienzo a mi segunda etapa como aficionado a la creación literaria e inicio este blog para dejar nota de mi actividad en esta faceta consustancial a mi propia naturaleza humana.
Aquí haré, por un lado, memoria de lo realizado desde 1998 hasta 2007, primera etapa, que puedo calificar de aprendizaje básico, y por otro, de lo que pueda acontecer a partir de ahora.
Los objetivos de este blog son, por tanto, la reseña de lo acaecido, la escritura de pensamientos que no tengan cabida en los poemarios, los relatos y las novelas que lleven mi firma; los comentarios sobre las lecturas de obras de otros autores, y el apoyo firme de cuantas manifestaciones culturales se realicen, y que tengan como propósito el cultivo del alma humana, la belleza, los sentimientos y la creatividad. Todo ello sin dejar de lado la propia realidad de la sociedad en que vivimos, su análisis y el compromiso que todo creador ha de tener para con su tiempo.

El mar, la tierra y el aire son marco para el hombre. También han de ser los pilares en los que se sustente su presencia en este mundo. Cuando miramos el paisaje también nos estamos mirando a nosotros mismos y, por consiguiente, nos gustaría ver un entorno limpio y armónico. Hemos de cuidar la tierra en la que vivimos.
El amor, la muerte y la experiencia son los grandes temas que han preocupado al hombre desde que tiene conciencia de ser. Y el ser implica una toma de postura ante la fuerza del amor, la certeza de la muerte y el azar de la experiencia. Casi todo está dicho sobre los grandes temas. Sólo nos queda matizarlos con nuestra forma de entender la mirada con que nos acercamos a ellos.

Una mano tendida al cielo es la imagen que ilustraba este pequeño relato de intenciones. Es una mano que sale de la tierra buscando acaso su origen. O tal vez es una mano implorante que suplica la ayuda de un ser superior para comprenderse, para salvarse de sí misma. Sea como sea, también es la mano que tenemos para poder cambiar las cosas, para dulcificar nuestra presencia en la tierra, que no por efímera debe de ser insatisfactoria. Por mi parte, como si esa mano fuese mía, extiendo los dedos para tocar la luz, la luz que sé que está en tus ojos, el el brillo diamantino que se posa como una brizna de oro sobre la superficie de las letras. 

OFICIO LITERARIO
24 de Noviembre de 2013
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INICIO

INICIO

Hoy es 23 de noviembre de 2013, festividad de San Clemente y fiesta local en la ciudad de Lorca.
Un buen día para iniciar este blog.


Estoy frente a la playa de San Juan de los Terreros, en Pulpí, un pueblo de Almería. Tengo frente a mis ojos el azul del mar Mediterráneo. Es sinónimo de vida y de energía. Con ese azul comienzo el blog.

El mar está en calma. Apenas hay una brisa que acaricia la superficie del agua igual que lo hicieron las naves de la antigüedad. Imagino cómo serían los pensamientos de los esforzados guerreros que cruzaron por estos litorales camino de las poblaciones que se asomaban al mar para vivir. Imagino los escudos de tantos pueblos conquistadores que quisieron adueñarse de su belleza. Y también imagino los rostros de los defensores que dieron su vida porque no les robasen lo que sintieron como suyo: la sangre mediterránea.

Pero quizá esta tarde no sea una tarde para mirar hacia atrás, sino para mirar hacia delante. Sé lo duras que han sido las circunstancias de mi vida. Conmigo van todos los sinsabores y acaso algunas felicidades momentáneas. Si hay algo que me ha salvado de la vorágine en los momentos más duros, ese algo ha sido la literatura.

Yo no soy un docto literato, ni pretendo imitar a los que han sido galardonados con el arte de la palabra, los que conocen su técnica y proclaman su sabiduría. Tan solo soy un buen lector y un amante de la creación; alguien que vive mil vidas en las páginas de los libros que lee, y que se atreve a crear otras mil vidas para entregarlas a otras páginas que puedan ser leídas por aquellos que sientan la pasión por la aventura como yo, por todos los que se emocionen con una puesta de sol, o se asombren de la belleza del amor, o se entusiasmen con el conocimiento de una minúscula mota de polvo milenario. Por todos aquellos que quieren entender la naturaleza del ser humano y sus circunstancias históricas. O los que desean un futuro diferente para esta sociedad que cada día nos asfixia más.

Quizá mis sueños hagan reír, llorar, o pensar a quienes lean mis palabras. Tal vez, en algún oculto lugar del planeta, en algún rincón olvidado, alguna de mis palabras caigan en las manos de un niño solitario, un niño que no tenga casi nada, un niño al que le hayan robado los sueños. Y tal vez el niño pueda encontrar en alguna de las palabras que lea la fuerza necesaria para dar el primer paso de un camino que solo él puede hacer; el primer paso del camino que le haga realizarse como hombre; el primer paso de la senda que le lleve a buscar otro libro con el que tomar fuerza para dar el segundo paso; y así sucesivamente hasta que todos los pasos sean un sendero que le lleve al encuentro con los demás. A su propia vida. 

Comencemos a caminar. No nos queda otra.

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